Internet sin riesgos para jóvenes

La pasada semana estuve en unas  jornadas que con este título organizó la Consejería de Educación, Juventud e Igualdad del Cabildo Insular de Tenerife. Presentaban las acciones que llevan a cabo y las que proyectan con este objetivo. La idea con la que me quedé, lo que salí rumiando de allí fue que es hora de sacudirle los demonios a Internet, que al final se trata de lo mismo, de educar en valores, de dotar a todas las personas de las herramientas necesarias para moverse por el mundo, el real o el virtual, sin dejarse amedrentar, ni acosar por nadie.

La idea es que entrar en Internet no difiere demasiado de ir a la bibilioteca del TEA o  a cualquier otra, por poner un ejemplo. A priori, vamos a estudiar o en busca de una información concreta pero, una vez allí, podemos consultar cualquier otro tema, salir a la cafetería, relacionarnos y hacer nuevas amistades, decidir que entramos en alguna de las exposiciones que ofrece ese espacio cultural o acabar el día viendo una película. También puede pasar que algún desequilibrado nos haga proposiciones sexuales que no nos resulten gratas o, por qué no, que una exhibicionista nos muestre sus genitales bajo la mesa.

Sí, claro que el aparente anonimato de la Red la convierte en un lugar idóneo para este tipo de acciones, pero no se diferencia demasiado de lo que puede ocurrir en la vida real, en cualquier esquina.

Somos incapaces de adivinar cómo será el mundo en unas décadas. Las nuevas tecnologías han cambiado nuestras vidas y el ámbito de nuestras comunicaciones a una velocidad de vértigo, pero la esencia de las relaciones humanas es siempre la misma. Es por esto que debemos armar a menores y jóvenes con las herramientas necesarias para interactuar desde el respeto, hacia sí mismos y hacia los demás.

No es sencillo, no, pero es la tarea.

Internet sin riesgos

Publicado por archipielagico

Caí de la rama antes de estar maduro. Por eso nadie me recogió. Lo que no estuvo del todo mal, pues me dio tiempo a ablandarme con la humedad y hasta pude echar raíces. Bueno, sólo unas pocas, que en nada llegó el otoño y, con él, los vientos que me arrastraron cuesta abajo por una de las muchas pendientes que empinan mi barrio. Desde entonces continúo girando. Y la verdad es que ya no sé si lo hago cuesta abajo o cuesta arriba. Total, me da igual. Lo importante es disfrutar del movimiento.

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